Aportes al estudio de las Locuras puerperales en la Argentina*

por Javier Bolaños

“… no debemos olvidar que no siempre es fácil conocer ciertas emociones del alma, sobre todo en las mujeres” M. Georget,

1De la folie. Considérations sur cette maladie , 1820.

Hipótesis

El interés de esta comunicación radica en señalar algunos aspectos ligados al lugar que ha tomado el fenómeno de las locuras puerperales en nuestro país en el momento de instalación de las maternidades. En esta oportunidad nos centraremos en algunas fuentes primarias halladas en la provincia de Córdoba, y en particular en tres sitios de mayor relevancia: la Maternidad Nacional, el Hospital Psiquiátrico Emilio Vidal Abal y la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Médicas.

Es preciso señalar que en un trabajo previo de relevamiento de tesis y trabajos científicos acerca del tema2, nos vimos sorprendidos por el pobre interés despertado en los alienistas de la época. Sobre todo si nos atenemos, dentro de la pobre esta- dística con la que contamos entre 1880 y 1940 (y lo dificultoso para acceder a ella), a la importancia de tal prevalencia. Tal como hemos consignado en aquel trabajo, en la tesis de Celestino Arce3 se ubican estas locuras ya en el año 1876 como segundas en frecuencia, en 1877 también, en 1878 como primeras, en 1879 terceras y en 1880 como segundas.

Cuarenta años después leemos en la Memoria correspondiente al Hospital de Alienadas, que las locuras puerperales (dentro de las llamadas “lo- curas tóxicas”, como veremos más adelante) se sitúan 5tas en frecuencia, con un total de 154 casos (!) por encima de las melancolías, las manías y las demencias vesánicas entre otras (Memoria 1922 de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, pp. 186-199). En la Memoria correspondiente a la Maternidad del entonces Hospital Rivadavia, figuran en el mismo año dos casos de psicosis puerperales en el apartado titulado “patología del embarazo”.

Es objetable que una búsqueda de un periodo tan amplio (1850-1940) sea dispersa y poco rigurosa, pero a su vez lo consideramos necesario ya que esto nos permite colegir lo siguiente:

– Los diferentes desplazamientos que ha ido to- mando esta categoría de acuerdo al estado de la psiquiatría.

– La recepción de los textos científicos de otros países, en particular de los psiquiatras franceses decimonónicos y, en menor medida, los psiquiatras alemanes e italianos apenas amanecido el siglo veinte.

– El pasaje hacia la implementación de la “nueva higiene” junto a una modificación en el con- texto sociocultural y científico acerca del lugar de las madres.

– La instauración de una lengua especializada dentro de la profesión médica, la obstetricia, junto a la “patologización” de la mujer gestante. De tal manera que, en el Tratamiento moderno de la infección puerperal del Dr. Pedro V. Cernadas, es sugerente cómo se llama a priori “enfermas” a las mujeres puérperas, así como también se lucen los nuevos procedimientos terapéuticos que eran llevados a cabo en la casa de las enfermas.

– La modificación de las leyes. Hacia 1934 se promulga la Ley 12.341 que establece un régimen de protección materna y de la infancia y pocos años más tarde, en 1937, se crea la Dirección de Maternidad e Infancia donde se programa un plan completo de protección y asistencia a las madres y niños, regulando entre otras cosas, la lactancia4.

– La paulatina instalación del dispositivo de maternidades en la Argentina, y en particular en la ciudad de Buenos Aires, no fue sin consecuencias, tanto en el abordaje médico de la mujer embarazada, parturienta y puérpera, como en la concepción cultural de las madres y el maternaje.
Volviendo al periodo estudiado, añadiríamos que el arco temporal no responde a un mero capricho cronológico sino a un tiempo en el que se funda la maternidad del Hospital Rivadavia en 1852 y la consolidación de la institucionalización del acto de parir (en 1912 se creará la maternidad del Hospital Fernández, en 1931 el Instituto de Maternidad e Infancia Ramón Sardá, en 1932 la Maternidad Nacional de Córdoba, entre otras). 
Si bien, en Buenos Aires la “cátedra de partos” nació con el plan de estudios médicos de 1826, y se nombró para regentearla el 5 de julio de 1827 al Dr. Francisco Javier Muñiz, el mismo no la dictó, ni se volvió a proveer hasta 1852, como así tampoco se dio ninguna cátedra especial de enferme- dad de mujeres5. 
Nuestra hipótesis de trabajo fue el considerar un incremento del fenómeno “locura puerperal” en el momento en el preciso momento donde se produjo el desplazamiento del acto de parir en un ámbito privado, como era el del hogar, hacia el ámbito público, bajo el efecto de la mirada médica. 
Como dijimos anteriormente es menester subrayar la traslación de las locuras puerperales hacia el discurso médico obstétrico. Para el galeno el parto normal puede llegar a complicarse entre otras cosas con locura. La locura, a su vez, es una fatalidad escrita en la oscuridad de los órganos sexuales femeninos.

Oscuridad genital y simpatías imperfectas

En la única tesis de medicina que hemos podido hallar sobre nuestro tema de investigación, en la Universidad de Córdoba, el Doctor Isaías Bas arma esta idea:

“no existe tratado de obstetricia general sin que se encuentre un capítulo dedicado a la psicosis puerperal”6

Las tres manifestaciones más conspicuas liga- das al embarazo, parto y puerperio, que encontramos en conexión con la locura fueron los vómitos incoercibles, la eclampsia y las ebres inespecíficas.

En la búsqueda de fuentes de investigación, que debimos reorientar hacia los trabajos de la medicina obstétrica, nos encontramos entonces con aquellos fenómenos nerviosos relacionados con las ebres esenciales (de fundamento etiológico desconocido), los que nos dieron una pista clave para entender esto. La locura allí era una consecuencia patogenética dentro del calor del cuerpo (aunque esto fuera una ligera febrícula). Sin más argumentos que la vaga idea de algunas sustancias producidas por el metabolismo materno, o bien la mirada inquisidora de la otra mujer, era necesario dar un argumento positivo que se opusiera a cualquier idealismo.

En este sentido mencionamos aquí otras tesis que pudimos hallar en la Universidad de Córdoba:

1) Ferrer, Alejandro, (1890), Eclampsia (cuenta con 2 casos clínicos).

2) Fernández Voglino, Bernardo, (1914), Eclampsia puerperal, (cuenta con 1 caso clínico).

3) Martinez o Anerde (?), Enrique (1889), Patogenia y tratamiento de la ebre puerperal (cuenta con 1 caso).

4) Catalán, Diego (1884), Etiología y tratamiento de la ebre puerperal.

5) Stucchi, Alberto (1906), Eclampsia puerperal.

6) López, Antonio (1903), Tratamiento de la eclampsia puerperal.

A pesar de que Georget en 1820 podía armar que las parturientas, por su mera condición, eran propensas a perder la cabeza, nuestros psiquiatras foráneos preferían asentarse en la tesis organicista de Ball que argüía lo siguiente:

“Fuertemente preocupados por la necesidad de oponer argumentos positivos a las ideas espiritualistas que rechazaban en el cuerpo toda influencia sobre las enfermedades del espíritu, los partidarios de la escuela somática, y sobre todo Lobstein, Jacobi y Schroder van der Kolk han encontrado, en las vísceras, las lesiones que hacían fallar el encéfalo, y es así que muchos pacientes investigados han generado un tesoro de hechos que han sido resumidos en la excelente tesis de M. Ch. Loiseau”.

Y así dirá más adelante:

“No existe en ninguna parte, en la economía, una simpatía más íntima que aquella que relaciona a los centros nerviosos de los órganos de la reproducción, y tal es su imperio sobre las manifestaciones de la vida intelectual que podríamos, bajo esa relación, partir la existencia humana en tres grandes épocas: antes, durante y después del período de las funciones genitales”7.

El abismo existente entre las afecciones morales y los órganos sexuales quedaba zanjado mediante la doctrina de las simpatías. Desde luego, situar ese “corte” no es tarea menor, cuando se trata de definir si éste se realiza entre soma y psique o en- tre el organismo y el sujeto8.

El asiento en la experiencia de los viejos alienistas (Pinel, Esquirol, Georget, Guislain, Griesinger, etc.) demostraba que bajo el encanto de la naturaleza (sus ciclos, sus periodos de madurez sexual, la declinación de la fecundidad), había toda una economía libidinal. Así podía expresar Esquirol que una joven mujer enfermaba de locura con la supresión de las reglas y se curaba súbitamente con el retorno de éstas o Guislain que pudo observar en uno de sus aliena- dos la presencia de un cuadro alucinatorio en los momentos de constipación y la curación una vez recuperada la catarsis. En más o en menos, por acumulación o dé cit, había algo en el cuerpo (y principalmente en el cuerpo femenino) que hacía imposible su homeostasis.

La llamada simpatía implicaría una afección del órgano enfermo -ubicando en una misma serie a las infecciones, los tumores, y otras patologías, con el embarazo y los ciclos menstrua- les- que afectaría simultáneamente y a distancia el cerebro.

Marcé, en un texto citado por varios tesistas de nuestro país, propone tres principios en los cuales se puede armar que un fenómeno es simpático y no mera coincidencia:

1- Es preciso que el hecho que suponemos ser simpático no tenga con el hecho primordial ninguna relación de continuidad o de contigüidad, ninguna relación funcional inmediata.

2- Es preciso que los dos hechos nazcan simultáneamente, aumentando y desapareciendo con- juntamente, en una palabra, que el fenómeno simpático siga las oscilaciones del hecho primordial…

3- Cuando este lazo de fenómenos mórbidos, igualmente imperfecto en ciertos aspectos, se reproduzca varias veces bajo las mismas circunstancias, no deberemos conservar la menor duda de rechazar lejos la idea de una simple coincidencia9.

Es menester señalar en este último punto la idea de una “simpatía imperfecta” que pone en cuestión la noción de vecindad en medicina. Teorías iniciales de noxas silentes, fluidos nocivos, con- gestiones pútridas, producirán a distancia el tras- torno del cerebro.

Posteriormente se dará paso a la conocida teoría de la autointoxicación y más rigurosamente a la “ebre puerperal” (como entidad específica en singular).

Finalmente, la doctrina de las simpatías se difuminará así como los humores griegos o aquellos espíritus de Descartes que circulaban por los nervios huecos del cuerpo.

Desde luego, el hecho clínico (locura puerperal) excede en mucho al contexto histórico social, y en este sentido ingresan todas aquellas psicopatologías desencadenadas en el embarazo, parto y puerperio, más el interés obstétrico por las ebres puerperales y la eclampsia. Pero no debemos des- conocer la influencia que tomó el discurso médico sobre el cuerpo femenino y su traslación a un discurso científico e institucional nunca antes experimentado en nuestra historia.

Higiene preventiva

Hacia finales del S. XIX y principios del S. XX la medicina argentina llegó a ocupar un lugar des- tacado en la política de estado construyendo una concepción particular respecto de las mujeres. Describió el cuerpo femenino estableciendo cuáles eran las anatomías “adecuadas” y cuáles las anomalías, como también los elementos considerados imprescindibles para distinguir a un varón de una mujer.

La distinción médica de los sexos se hizo pública por medio de manuales educativos, políticas oficiales, libros informativos generales y especializados, medidas higiénicas, exposiciones en la prensa, etc.

Esto le permitió asentar interpretaciones hegemónicas, las cuales siguen siendo influyentes hasta nuestros días principalmente en la formación de los médicos.

Amanecido el siglo veinte se produce un ligero desplazamiento de la medicalización del parto o la mirada patologizante de la mujer embarazada hacia la protección de la gestante. Si se pretende bajar la mortalidad infantil tal como lo hacían otros países (por ejemplo Estados Unidos), era menester proveer una orientación eugenésica.

“Una nueva orientación aparece en el campo de la medicina: la higiene preventiva y, yendo al tema mismo de la comunicación, que vale más la tarea previsora que rodea de seguridad a la madre en ciernes o inminente, que confiarse en la técnica inane frente al caso grave de la parturienta o de la puérpera. Veamos qué hemos hecho nosotros para proteger a la madre y qué grado de seguridad le garantizamos para sí, para su hijo, en el trance difícil de salud, de economía o de moral.”10

Esta orientación pro láctica será defendida entre otros por Alberto Peralta Ramos quien considera la tutela de la madre como así también el amparo de otras mujeres (en este caso las damas de la Sociedad de Beneficencia) donde

“… encontrarán también, el reposo físico y moral, tan necesario, aquellas desgraciadas víctimas de la inexperiencia o del engaño, de la pasión o de la ignorancia. Allí recibiendo una verdadera protección moral el espíritu ha de tranquilizarse y por vía de regeneración deberá despertarse en ellas el instinto de madre, nulo o adormecido.”11

El instinto materno podría reeducarse bajo la tute- la de “otras” ya que su secreto está resguardado en su condición gonadal. El llamado “amor materno” que instaura la relación del niño con el Otro primordial (la madre de los cuidados, de los excesos, de las necesidades, del capricho, la madre del Eros de la lengua), no es abordado allí más que en términos naturales, otorgándole en esa operación un lugar animal de meros condicionantes anatómicos.

Las locuras transitorias

Que en el campo de la ciencia médica fuese in- advertido el fenómeno de locuras puerperales no quiere decir que no haya sobrevolado en la atmósfera de la época como un problema de magnitud importante.

No menores dolores de cabeza les propinó a quienes tenían que hacer ingresar en una categoría plausible una locura que la más de las veces desaparecía sin dejar rastros.

Dejando al margen aquellas psicosis verdadera- mente desencadenadas por el embarazo, el parto, el puerperio o la lactancia; la constatación empírica de una locura tan ruidosa y de mejoría tan notable, ha dejado mella en la ubicación nosográfica. Tan es así que hemos hallado en dos estadísticas diferentes, en periodos separados por décadas y en dos lugares distintos12, la localización de las lo- curas puerperales como “locuras tóxicas”.

“Con o sin predisposición, con o sin herencia, con o sin constitución, las locuras de la puerperalidad pueden engendrarse a condición de: ‘que la agresión de las toxinas y el desequilibrio fisiológico que acarrea el periodo puerperal al cerebro sean lo suficientemente enérgicos, como para comprometerlo en su armónico funcionamiento”13

Las locuras puerperales compartirán su locus con las intoxicaciones (el morfinismo, el cafeinismo, etc.). Pero lo singular de esta toxicidad es que, a diferencia de las sustancias exógenas, está pensada en el interior del cuerpo femenino y que por poco que pensemos, esto nos lleva a formular nuevamente las claves del enigma de esa economía. La toxicidad es una “endotoxicidad”, la locura pierde su causalidad moral para perderse en la soberanía real del organismo. En interior de los tejidos y en presencia de un nuevo cuerpo, se genera una autointoxicación

¿Cómo pensar entonces una enfermedad que tuvo su origen, su aparición, su propagación y perdió su prevalencia en la actualidad?

Un concepto que nos ha servido como pivote de nuestra investigación ha sido el de “enfermedades transitorias” de Ian Hacking:

“Por enfermedades transitorias quiero significar una enfermedad que aparece en un tiempo, en un lugar y luego desaparece por completo. Puede extenderse de un lugar a otro y reaparecer de tan- to en tanto. Puede ser selectivo para clases socia- les, géneros, preferir mujeres pobres u hombres ricos.”14

El autor pre ere no entrar en el debate banal de si estas enfermedades son “reales” o “social- mente construidas”, sino más bien cuáles son las condiciones de posibilidad para que se desarrolle, en un tiempo y en un lugar, estas enfermedades.

Lo de “transitorio” no es en el sentido de que la enfermedad va y viene en la vida de una persona, sino que ellas existen sólo en un tiempo y un lugar precisos. Son epidémicas en el sentido que se propagan entre los sujetos, pero la posibilidad de contagio no se debe solamente a las aptitudes de éstos, sino también a que, como dice Hacking, las enfermedades mentales transitorias “requieren tanto víctimas como expertos”. Requiere tanto de pacientes como de médicos, de alienados como alienistas.

Estas enfermedades crecen y se generalizan en lo que Hacking llama un “nicho ecológico”. Ta- les nichos requieren un número de vectores de los cuales él destaca cuatro:

1- Es médico, es decir que encuentran su lugar dentro de la taxonomía.

2- La polaridad cultural (el vector más importante).

3- La observabilidad, que hace que el trastorno sea visible como trastorno.

4- Novedad, divulgación o propagación.

Lejos de hacer coincidir plenamente nuestra hipótesis con el mencionado desarrollo podemos ensayar comparativamente algunas cuestiones:

1- El vector médico ha sido sensible a las hipótesis vertidas en las locuras puerperales (locuras tóxicas-hipótesis de la autointoxicación).

2 – La polaridad cultural observada es la elevada prevalencia de alienadas extranjeras (más de la mitad). La orientación pro láctica estuvo dada hacia los grupos marginales de mujeres embarazadas, dentro de los cuales no sólo las extranjeras figuraban sino también las prostitutas y las vagabundas.

La observabilidad: quizás sea junto con el siguiente vector el más objetable ya que pensamos que el fenómeno ha sido subvertido por la transformación de la intimidad (del acto de parir en el hogar al ámbito público). En cuanto al ámbito científico su absorción en el discurso obstétrico.

En cuanto a la propagación, la misma impresiona haber experimentado un defasaje en otros lugares (tales como en Córdoba) ha medida de la instauración paulatina de las maternidades.

Si alguna pertinencia puede tener esta comunicación, la encontraremos en la vía de una relectura de los problemas actuales en relación al campo “psi” que rodea los discursos sobre el enigma de la mujer. El alcance de la medicina positivista con todos los beneficios obtenidos sobre la salud humana, ha teñido la doxa de comentarios miopes y de observaciones pueriles que alcanzan al día de hoy los niveles de una profesionalización vergonzosa.

Es imprescindible que las nuevas investigaciones en el campo médico psiquiátrico se nutran de otros discursos (antropología, sociología, estudios culturales, psicoanálisis) a n de evitar el abuso al abordaje “especializado” que sólo se acompaña de una genitalidad abstrusa.

* En la Revista Temas de la Psiquiatría Argentina 28. http://www.polemos.com.ar/temas.php Autores: Emilio Vaschetto con colaboración de Javier Bolaños, 
Griselda Cardozo, Silvana Rodríguez, Pablo Moyano.

NOTAS

1  GEORGET, M., De la folie. Considérations sur cette maladie, Crevot, París, 1820, p. 152.
2  VASCHETTO, E., En busca de las locuras puerperales en la Argentina, Vértex Rev. Arg. de Psiq., pp. 292-302.
3  ARCE, C., Curabilidad de la locura en el manicomio de mujeres, Tesis doctoral, 1881.
4  “… declarándola como un deber de toda madre hacia su hijo [y prescibiendo] que ninguna madre podrá amamntar a un niño ajeno mientras el suyo no haya cumplido cinco meses de edad, previa autorización de la Dirección de Maternidad e Infancia (Novick, 1992)” DILIZIA, M., Ser madre es un deber, en: Historia y género, VILLAR, D.; DILIZIA, M.; CAVIGLIA, M., Ed. Biblos, 1999, p. 40.
5  CANDIOTI, M., Bibliografía doctoral de la Universidad de Buenos Aires y catálogo de tesis, 1920.
6  BAS, Isaías, Psicosis puerperales, Tesis doctoral, Universidad Nacional de Córdoba, 1914, p. 13.
7  BALL, B., Lecons sur les maladies mentales, Asselin et Houseau, París, 1890, p. 690.
8  Ver: LACAN, J., Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina, en: Escritos 2, Ed. Siglo XXI, 1993, p. 705.
9  
MARCÉ, L., Traité de la folie des femmes enceintes, des nouvelles acouchées et des nourrices, ¬París: J. B. Baillère editions, pp. 12-13.
10  SOSA Y SANCHEZ, A., La recién madre. Deberes de la sociedad y del estado, Rev. La semana médica, 1924, p. 952.
11  PERALTA RAMOS, A., El institiuto de maternidad. Sus historia, nes, construcción, costo y sostenimiento, organización, funcionamien- to, Buenos Aires, Mercatali, 1935, pp. 22-23.
12  Como ya mencionamos en la tesis de Arce pero también el hallazgo del libro de salidas del Hospital Dr. Emilio Vidal Abal (Oliva, Cór- doba) donde guran entre 1915 y 1925 cincuenta casos de locuras puerperales de los cuales casi la mitad son mencionados como locuras tóxicas.
13  ESTEVES BALADO, LUIS, Psicosis de la puerperalidad, Tesis de profesorado, 1933.
14  HACKING, I., Mad travelers. Re ections on the Reality of Transient Mental Illnesses, University Press of Virginia, EUA, 1997, p. 80.
15   pp. 80-87.