La Salud mental como problema socio-cultural*

por Javier Bolaños

En el 2021 se han multiplicado las discusiones sobre la necesidad de inversión en Salud mental que España (entre otros países) requiere, tanto en el ámbito privado como público. Ello está ocasionado, según se insiste en diversos medios, por datos recientes que indican el significativo aumento del número de trastornos mentales que la pandemia ha originado o ha agudizado.

Al respecto, nos interesa señalar ciertas condiciones en dirección a la búsqueda de alguna solución.

Pero, cómo comenzar sin haber ubicado por dónde buscar principios de acción. Veamos: ¿la Salud mental puede concebirse como un objeto sociocultural? ¿En qué espacio recae su interés? Para responder, primero, debemos separar socio de cultural, pues, ambos, remiten a propósitos distintos (en esa línea es que se ha agregado un guion entre los términos del título de este escrito).

Simplificando: por social entendemos aquel número de relaciones estables que tienen como propósito, el tratamiento de algún malestar colectivo puntual; por cultural concebimos la reunión de elementos heterogéneos de la vida humana, y las maneras de hacer con ellos, cuyo fin es que eso se asiente como modo preciso de habitar un espacio. En ambos casos se produce un exceso, pero también por diversas razones.

A raíz de lo anterior, parece claro que debemos inclinarnos por el origen social de la Salud mental, pero no nos apuremos.

Para referirnos a este (el social), en el ámbito que sea, debemos estar dispuestos a visualizar relaciones, enlaces, conexiones. En ese tejido parecen anidar ciertos elementos organizados para algún fin. La Salud mental, como uno de sus objetos, debe sostenerse en una clara articulación hacia ese fin. Es que lo social, necesita priorizar y continuar la realización de enlace por sobre la particularidad de cada objeto. Tal vez, incluso, en ocasiones, necesite segregarlo en pos de realizar aquello.

No obstante, si bien lo social produce sus objetos en ese marco, estos, generalmente, dan consistencia, soporte a sus enlaces. De allí su importancia.

Localizar un malestar es una operación social: implica la idea de una barrera que ha sido atravesada. Pero localizar conlleva, además, la posibilidad de advertir cómo uno diagrama, estructura sin saberlo, la idea de un funcionamiento que debe reestablecer el orden quebrantado. Ahora bien, miremos con lupa: ¿se busca recuperar el estado anterior del malestar generado o se pretende reestablecer el orden social que se dedica a tratarlo? No es menor la diferencia.

Lo curioso es que estamos acostumbrados a darle, en esta vía, poco valor a los objetos, pues tendemos a creer que funcionan como una especie de accesorio intercambiable. Aunque es la cultura, en ocasiones, quien nos alerta que eso no es así.

Un acontecimiento cultural cualquiera, nos lleva a la disposición de objetos heterogéneos de valor. Así parece que los encontramos en la cultura: recogiendo los restos de las conmociones que afectan, dándonos un indudable estado de pertenencia, cercanía y familiaridad. Pero ¿esa es una característica de los objetos en sí, o es un empuje, una insistencia continua, de las diversas formas y modos de mantener la cohesión cultural? Esta diferencia cobra valor cuando está en juego un malestar.

Una cultura, un modo de funcionamiento cultural, comporta su propio costo (su exceso, su malestar). Es necesario tenerlo en cuenta, porque ello es lo que se deberá soportar en cada una de ellas. ¡O no! Y, en ese caso, habrá que dedicarse a instalar profundas discusiones a múltiples niveles.

Hay objetos que importan más que otros en una cultura. No hablamos de cómo, sino de qué se mira allí. Y en cada caso, esos objetos desorganizarán la percepción vigente, la objetividad esperada. Habrá que aceptarlo, es uno de sus costos. Por eso también puede decirse, desde otro punto de vista, que ellos también organizan lo que va a percibirse. Un mismo objeto parece haber sido visto de varias maneras diferentes según el momento. Es una interesante encrucijada. 

Al parecer, en tanto sujetos, nos remitimos al punto de vista de un tiempo que el objeto marca. Él parece ser quien nos causa, quien nos dice cuándo debemos comenzar a ocuparnos de él. Esto, sin dudas, tiene consecuencias políticas. Estamos en el momento de la Salud mental.

Tengámoslo claro: la cultura no es solo lo que hace el humano, sino también lo que sucede cuando su vida ya ha sido creada y él -allí- se halla como testigo.

Estamos acostumbrados, dijimos, a darle poco valor a los objetos, pero un psicoanálisis advierte que una vida vivible solo es posible cuando se deciden qué objetos podrán perderse y cuáles no podrán reemplazarse en cada ocasión. No siempre eso se toma en cuenta.

Por eso proponemos pensar a la Salud mental a partir de la noción de objeto, que Jacques Lacan llamó, amboceptor (2010). Esto permite destacar que necesitamos ubicarla tanto en lo social como en lo cultural, como modo de abordaje. Debemos saber sobre qué superficie decidir. Su campo no pertenece a ninguna de las dos puntas exclusivamente.

Por supuesto que decir que es un objeto social, no es lo mismo que decir que es uno cultural. El corte, para su análisis, no se hace en el mismo lugar. Los restos que deja, en una u otra ocasión, tampoco serán los mismos. Ni sus consecuencias. 

Amboceptor es una noción útil porque, lo queramos o no, debemos renunciar al sueño de que nuestras decisiones nos llevarán algún día a ponernos de acuerdo. Hay que elegir, hay que privilegiar, pero también hay que decidir qué vamos a perder. Esto último depende sólo de nosotros.

La Salud mental es producida por lo social, sí, pero su desregulación acontece en la cultura. Si no vamos a tratarla así, solo abogaremos por sostener un sistema autocomplaciente. Tal vez por eso pueda ser pensada, también, en el pasaje entre sociedad y la cultura. Pero, no lo olvidemos: no es lo mismo anteponer en ella un lado, que el otro.

* En R&T 1. Publicación de Salto PC&S

Referencias

Lacan, J. (2010). Clase 13: del 6 de marzo de 1963. En Seminario 10: La Angustia. https://www.bibliopsi.org/docs/lacan/12%20Seminario%2010.pdf . Consultado el 28 de febrero de 2022.