La mente y lo mental*

por Javier Bolaños

Los planteos que Alan Turing realizó en 1950 ya no parecen escandalizar a nadie. El avance de las ciencias de la cognición (inteligencia artificial, neurociencias, psicología cognitiva, etc.) ha permitido aseverar ideas tales como que el cerebro funciona como un procesador de información.

En primera instancia podemos aceptar dicha propuesta, pero antes sería conveniente conocer cómo es que funciona un procesador (o lo que se conoce como un ordenador) de información. Incluso sería más interesante aun interrogar cómo es que se espera que aquel funcione. Las respuestas y debates rápidamente se multiplican: hay quienes pretenden, por ejemplo, que funcione con definiciones transparentes y simples, donde el objetivo es alcanzar la absoluta precisión lógica; otros, sin embargo, prefieren que sea mediante tejidos, o nudos, donde cada uno, contrastando con el otro para adquirir perspectivas diferentes, le otorgue significado al resto. Esta diferencia no es menor, pueden jugarse en ella dos concepciones de lo humano.

De cualquier modo parece estar consensuado que, funcione como funcione, el cerebro es la causa de la mente; es decir: la mente, sin ningún tipo de duda, dicen, es un fenómeno biológico. Sin embargo, no hay que apresurarse y dar por sentado que se llega a un acuerdo, tan fácilmente, sobre qué es lo biológico. Lo que está en juego refiere, por supuesto, a cómo se conceptualiza la vida.

Es necesario aclarar que, en dicho campo, ya no se habla de qué es la vida sino, más bien, de cómo funcionan los sistemas vivientes. Al parecer, considerar, allí, un valor formal unitario es ineludible.

En esa dirección, que el cerebro funcione como un ordenador indica que, a priori, su andar está sujeto a un sistema de números y reglas. Igual que en biología. Lo que conlleva, por supuesto, un costo: el no saber sobre qué es la vida misma.

Los planteos mencionados parecen reducir la naturaleza humana al nivel de un artefacto. Y probablemente lo sea, pero estos artefactos se sujetan a (se tensionan con) las disputas sobre evolución, biología, lógica, etc.

Se agrega una dificultad: los nuevos desarrollos de la sintomatología obligan frecuentemente a redefinir la biología para sostener su operatividad. Allí cobra valor la dimensión temporal en estos asuntos, la emergencia de lo nuevo resignifica el estado anterior. De más está decir que esto no sucede sin un propósito. Tal vez convenga reflexionar sobre el hecho de que hay biología(s), por un lado, pero hay, también, políticas sobre esa(s) biología(s), por el otro. Habitualmente esto no es advertido.

Sin embargo algo no cierra: si la mente se muestra, por ende, como el resultado de productos computables, medibles, biológicos, no es eso lo que encontramos en el trabajo con lo mental. Y es aquí donde establecemos la diferencia: la experiencia en psicoanálisis nos muestra que lo mental, más que a un modo de adjetivar a la mente, remite a efectos, incluso productos, no computables. Lo no computable solo indica que el resultado obtenido (encontrado) carece de valor, no puede tomarse en cuenta, para ser utilizado como un modelo de respuesta. Esa es la causa de la indeterminación subjetiva.

Si de la mente se espera una relación lógica determinada de elementos (pues por excelencia estos, se entiende, tienden a la unicidad), perfectamente puede, y es necesario, concebírsela como una facultad-de-ser interpretada. Esa es la tarea que realiza lo mental (como ejercicio) en tanto, éste, se presenta solo como la interpretación temporal de la mente. La dificultad radica, justamente, en que no es posible medir (ni regular) ese sentido.

Se afirma que la mente es determinada por el cerebro, pero lo mental, en cambio, necesita, además, del orden simbólico. Se estructura incluso a partir de la incidencia de este último. Esa es la razón de que la dificultad que encontramos en nuestra práctica refiera, principalmente, al hecho de no se sabe exactamente qué hacer, cada vez, con lo Otro (tampoco con los otros, por supuesto). No se sabe qué hacer con eso que sucede y no hay manera de prevenir.

Entonces, es posible que pueda considerarse definitivamente una salud de la mente, pero ¿salud de lo mental?

* En Revista Saltos 1.