Un principio, un lugar*

por Javier Bolaños

La Escuela de la Orientación Lacaniana – Sección Córdoba

“Miremos las cosas de frente, amigos míos. Durante veinte años disputamos vivamente contra la ortodoxia en el psicoanálisis. Resultado: ¡qué sorpresa! Nosotros somos la ortodoxia, la única que aún perdura en el campo freudiano, la única viva. De allí cierta dificultad en la que nos vamos a introducir, que aprenderemos a conocer” (Miller, 2002).

En septiembre de 1981, miembros del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba, en el llamado “Reencuentro del Psicoanálisis”, desarrollado en Buenos Aires, asisten a un seminario dictado por Jacques-Alain Miller (Mansur et al., 1989). Producto de ese encuentro, en julio de 1984, el Ateneo organiza las llamadas “Primeras Jornadas Psicoanalíticas Internacionales: Jacques Lacan” (Mansur et al., 1989; Torres, 2003). Éstas fueron las primeras jornadas internacionales psicoanalíticas en la historia de Córdoba (en la cual participan además once provincias argentinas) (Mansur et al., 1989). Días después, miembros del Ateneo presentan trabajos, bajo la figura de auspiciantes, en el “Tercer Encuentro Internacional del Campo Freudiano que se realizó en Buenos Aires” (Mansur et al., 1989). También lo hacen en 1986, en París, en el “Cuarto Encuentro Internacional del Campo Freudiano”, y asimismo en los encuentros subsiguientes.

La publicación en la Revista del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba, de trabajos y reportajes de destacados psicoanalistas del Campo Freudiano (Jacques-Alain Miller, Eric Laurent, Colette Soler, Luis Solano, Esthela Solano Suárez), la inserción de los miembros del Ateneo en dicho campo, los habituales viajes a Francia de cordobeses para análisis y controles, las visitas de franceses a Córdoba, fueron reconfigurando el estado del Ateneo como institución. Esto concluye cuando Miller y Laurent proponen a los miembros de dicho Ateneo ser Escuela de Lacan (Giordano, 1995). Ese acto cambia absolutamente el panorama (Novotny, 1996).

La Sección Córdoba se crea en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, luego de fundarse la Escuela de la Orientación Lacaniana (propiamente dicha), el 3 de enero de 1992 (Novotny, 1996). En mayo de ese mismo año, con la presencia de Miller en Córdoba, se concluyen los aspectos legales de la fundación de la sección.

Pero resulta ineludible hacer notar, para precisar, que la fundación de la Escuela de la Orientación Lacaniana Sección Córdoba no fue el producto de la acción de un analista con sus analizandos, ni de la de un grupo de analizandos en soledad, sino que lo fue de un acto de Jacques-Alain Miller. Justamente el acto de un analista que, haya querido ser líder o no (lo que uno quiere no es lo importante) decidía ser, también, un maestro del psicoanálisis.

La presencia de ese “Otro lugar” en juego allí, parece haber puesto fin a un sistema donde maestro y líder (pues sobre “analista” no se hacía tanto hincapié), y también teoría y práctica (y tal vez a consecuencia de lo anterior), hacían uno. La obstinación en producir aquella separación, sucedía sin advertir, lo que sabemos justamente gracias a Lacan que: existencia de lugares no indica, jamás, coexistencia de los mismos.

Es como si, en los efectos de dicho retorno, la preocupación clínica de aquel grupo de analistas se hubiese tropezado (y por ello la producción de una separación real) con la episteme de un maestro, lo que resignificó, sin ninguna duda, toda posición política.

El Ateneo Psicoanalítico de Córdoba

“Al principio no está el origen, está el lugar” (Lacan, 2006).

Hacia fines de 1978 se funda el Ateneo Psicoanalítico de Córdoba. Es importante destacar que, bajo el nombre de Jacques Lacan, el Ateneo se convirtió en la primera institución de psicoanálisis que contó con personería jurídica en la ciudad. El organismo buscaba (a través de seminarios, conferencias, ateneos clínicos, carteles, etc.) alojar, tanto la elaboración teórica como la transmisión del psicoanálisis de orientación lacaniana (Novotny, 1996). Los propósitos de analizar, realizar controles y enseñar psicoanálisis, no sólo estaban circunscriptos a la provincia de Córdoba sino que se extendían también a otras provincias, en tanto algunos de sus miembros viajaban para ello a Chaco, La Rioja, Mendoza, Santa Fe, San Juan, San Luis, Corrientes, Misiones, Jujuy, Catamarca, Tierra del fuego, Salta y Tucumán (Giordano, 1995; Mansur et al., 1989). Aquellos analistas, en pos de orientación, establecían, también, lazos en Buenos Aires con Jorge Jinkis (Torres, 2003). Pero fue Germán García quien concretamente, en 1978 producto de una invitación del propio Francheri, viajó regularmente a Córdoba para coordinar grupos de estudio (Giordano, 1995).

En este punto, aislaremos ese otro significante sobre el que, por entonces, se insistía: el de maestro. Según la exposición de uno de los miembros fundadores, el paso de Germán García por Córdoba no fue sin consecuencias, sino que fue el primer grupo lacaniano de la provincia con maestro reconocido a cara descubierta; y agrega que la pluralidad del Ateneo incluía la prohibición del líder, a cambio de lo cual usábamos el nombre (Novotny, 1996). En este comentario se observa cómo maestro y líder fueron puestos en continuidad, pero para oponerlos: un maestro sí, un líder no. Sin embargo, si tomamos en cuenta que un maestro es quien enseña, muestra, indica respecto a una ciencia, arte u oficio, no parece resultar indispensable el énfasis en tal oposición.

En diciembre de 1981, aparece el primer número de la “Revista del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba” 2. Ahí se publica el “acta de fundación” del Ateneo, fechada en noviembre de 1979, que concluye señalando dos modos de pertenencia a la institución: miembros responsables de dar y ser objeto de testimonio para sostener una dialéctica interna, y miembros que acepten la demanda de maestros, en tanto lugar de enseñanza de futuros psicoanalistas (Mansur et al., 1989; Waisman de Moreno et al., 1981). En relación a este último modo, en dicha acta se recalca que, se acepta la demanda de maestros pero “sólo” para destituirla y descalificarla a posteriori a través del trabajo. Pero, la razón de destituir ¿es para poder sostenerse, también, sin maestros? En ese documento puede leerse además: “oponemos a la fundación solitaria de un maestro, esta fundación que lo fue de analista, en la que sus analizandos nos podemos reconocer a la vez como analistas por nuestro quehacer donde teoría y práctica son sólo uno” (Waisman de Moreno et al., 1981). Retomamos la cita: no funda un maestro sino un analista, donde “sus” analizandos pueden reconocerse, “a la vez”, como analistas por su quehacer, donde “teoría y práctica son sólo uno”. La construcción de esta frase parece dar razón a la nominación, en apariencia aún presente, de “el grupo Francheri”, a pesar, extrañamente, de que este último había decidido no fundar una institución. Y advirtamos que, al parecer, teoría y práctica, también ahí, se habían agrupado.

Un grupo de analizantes

“Que sea médico más grave
quien más aforismos sabe,
bien puede ser;
mas que no sea más experto
el que más hubiere muerto,31
no puede ser” (Góngora, 1984).

En 1967 Osvaldo Francheri, un sanjuanino formado en Uruguay, donde se había analizado con Willy Baranger (Giordano, 1995; Torres, 2003), llegó  a la provincia de Córdoba con el plan de coordinar distintos espacios terapéuticos (Novotny, 1996; Rapela, 2003). Impulsados por la escasa práctica, que principalmente psiquiatras y psicólogos acusaban, un considerable número de profesionales acudió al llamado en calidad de aspirantes. Por aquellos años, esto abría una atractiva posibilidad, ya no sería imprescindible viajar a Buenos Aires para poder formarse.

Francheri conformó entonces, luego de entrevistar a cada uno de los candidatos, varios grupos de trabajo bajo la modalidad de lo que se conocía con el nombre de “psicoterapia psicoanalítica” (Novotny, 1996).

En 1970, ya miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica de Uruguay (APU), Francheri realizó una nueva propuesta: un proyecto de formación de analistas según la enseñanza de Jacques Lacan (Mansur, Novotny de López, Bringas, 1989). Pero dicha propuesta se erigía bajo una ineludible condición: el análisis personal de los interesados (Mansur et al., 1989). Para ello, luego de realizar nuevas entrevistas, decidió tomar, él mismo, en análisis (pero esta vez en forma individual) a un heterogéneo grupo. Lo novedoso y atrayente, para entonces, estaba asociado al hecho de que para pertenecer a un conjunto de psicoanalistas no era indispensable contar con el título de médico, requisito exigido, en aquellos años, por la Asociación Psicoanalítica Argentina APA (Mansur et al., 1989). No todos los que constituyeron los primeros grupos formaron parte de aquel proyecto, incluso se incorporaron nuevos integrantes a la propuesta.

Aceptar dicha propuesta incluía aceptar algunos compromisos: varias horas por semana de análisis y algunas tantas de controles; además, estudiar sistemáticamente filosofía, lingüística, antropología, topología, matemática, lógica, epistemología, francés (Mansur et al., 1989). Sumado a ello, transmitir la enseñanza de Lacan era la principal tarea a efectuar.

Los integrantes de ese nuevo grupo se reunieron, en aquel momento, bajo la primacía de un particular rasgo: todos ellos eran analizantes de un analista (Mansur et al., 1989). Incluso, y esto también es interesante, María Esther Novotny de López, una de los integrantes de dicho grupo, eligió llamarlos “el grupo Francheri” (Novotny, 1996).

Osvaldo Francheri realizaba, simultáneamente, las gestiones necesarias para que, desde Buenos Aires, algunos psicoanalistas viajaran a Córdoba con miras de proveer controles para la formación analítica de los integrantes de aquel grupo. Esta demanda estuvo dirigida, en un comienzo, a miembros de la APA (con quienes, luego, se produjo una ruptura a través de un documento público fechado en 1972), como Haydée Faimberg por ejemplo (Rapela, 2003; Torres, 2003). Al mismo tiempo, continuaban con la tarea de analizar una considerable cantidad de personas, además de coordinar grupos de teoría y control de casos (Mansur et al., 1989). En aquellos años, si bien la entrada de la enseñanza de Jacques Lacan en Córdoba no se realizó por el camino universitario, algunos integrantes del mencionado grupo (como Gerardo Mansur, Osvaldo Francheri, Fernando Bringas, Henoch Bringas, María E. Novotny de López, Ana María Gallea de Margara, Ana Waisman de Moreno, Marina Alonso de Romero) dictaban, ya, distintos seminarios y cursos de posgrado en la Universidad Nacional de Córdoba (Facultad de Medicina y Escuela de Psicología)  y en la Universidad Católica de Córdoba (Mansur et al., 1989).

En tanto practicantes del psicoanálisis, el grupo se orientaba a partir de una consigna, para ellos fundamental: analizarse para analizar (Novotny, 1996) 1. El análisis del analista como eje de la práctica psicoanalítica (Novotny, 1996). Pero acentuaremos, sin embargo, en lo que llamamos la segunda consigna del grupo, pues entendemos que es ella quien puntualmente encarna, y no así la primera, una dificultad al intentar establecer un principio.

La segunda consigna introducía una prohibición: para el grupo, el proyecto debía sostenerse “sin líderes” (Novotny, 1996). Es que parece que era necesario aclararlo, pues, por entonces, de eso mismo se acusaba a Francheri (Rapela, 2003). Con más énfasis que en la primera, se insistía, se repetía dicha consigna. Hacemos un paréntesis para recordar que fue el propio Lacan quien advirtió, en 1969, que todo lo relativo a la historia se ordena únicamente por la repetición (Lacan, 2008).

Un líder es, en concreto, aquella persona a la que un grupo reconoce como orientadora. La acepción más reconocida de la palabra líder, deriva del inglés leader que significa, en su carácter verbal, guiar por un camino, servir como indicador de ruta y ser un conductor para algo. Si este es el sentido del vocablo, lo paradójico radica en que, al parecer, Osvaldo Francheri encarnaba exactamente ese lugar, pero en aquel grupo se entendía que se prescindía de cualquier conductor, a pesar de ser el mismo Francheri quien les indicaba una y otra vez, por ejemplo, el nombre del psicoanalista con el cual debían formarse: “(…) nuestra posición aparentemente tan autónoma, crítica, etc., con quienes se decían maestros, había sido en cambio la aceptación transferencial lisa y llana de la persona que cada vez Francheri nos proponía” (Novotny, 1996). Dichas indicaciones eran soportadas en el hecho de que Francheri había decidido, y esto fue determinante para el grupo, no enseñarles psicoanálisis él mismo (Novotny, 1996). Por ejemplo, en un comienzo fue Jorge Canestre, un miembro de APA que se suponía sabía de Lacan, quien les enseñó (Giordano, 1995). Otros miembros del grupo relataban dicha situación así: Francheri se retira explícitamente de la función orientadora de nuestra formación, pero mantiene, nada menos y nada más, que su función de psicoanalista, de allí es que consideremos que dicha explicitación invirtió el planteo, en realidad no se retiró más (Mansur et al., 1989). Pero, a pesar de ello, la propuesta de analista que parecía oficiar, sin quererlo, en ocasiones de líder, excluía decididamente la de maestro.

El grupo comenzó a trabajar, en aquel momento, con el propósito de fundar, en la provincia, una institución psicoanalítica a partir de la enseñanza de Lacan. Pero en 1974, Francheri se aparta, también, de ese proyecto (Novotny, 1996).

* En Revista Saltos 2.

  1. El título de la primera sección del Acta de Fundación del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba es  “Analizarse para analizar”.
  2. La publicación se extiende hasta mayo de 1990 cuando se presentan las revistas número 10/11.

Referencias bibliográficas

Capítulo de libro:

Góngora, L. (1984). Letrillas satíricas. En Letrillas, 56. Madrid: Castalia.
Lacan, J. (2006). Lugar, origen y fin de mi enseñanza. En Mi enseñanza, 14. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (2008). Paradojas del acto psicoanalítico. En De un Otro al otro, 317. Buenos Aires: Paidós.
Miller, J. A. (2002). El principio de Horacio. En Cartas a la opinión ilustrada, 181. Buenos Aires: Paidós.

Artículo en Revista:

Giordano, R. (1995). El lacanismo en Córdoba. La entrada del pensamiento de Jacques Lacan en lengua española (1). Revista Analítica del Litoral, 5, 25-36.
Mansur, G., Novotny de López, M. E., Bringas, H. (1989). Para una historia del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba. Revista Intercambios en psicología, psicoanálisis, salud mental, 1, 8-9.
Novotny, María E. (1996). Apuntes acerca de las particularidades de una historia. La entrada del pensamiento de Jacques Lacan en lengua española (2). Revista Analítica del Litoral, 6, 55-62.
Rapela, D. (2003). El psicoanálisis y las instituciones psicoanalíticas ayer, hoy y mañana, aquí en Córdoba. Revista Docta, 0, 241-262.
Torres, E. (2003). Psicoanálisis de provincia. Revista Docta, 0, 263-271.
Waisman de Moreno, A., Mansur, G., Bringas, F., Bringas, H., Novotny de López, M. E., Alonso, M., Palombo, P. (1981). En torno a la transmisión (propósitos). Revista del Ateneo Psicoanalítico de Córdoba, 1, 5-11.